Este espacio fue concebido mientras pasaba largas horas escribiendo con pasión, pensamientos que fluían como ríos de tinta,; fruto de sentimientos y nostalgia.
Su único propósito fue siempre el de expresar a través de líneas escritas con el corazón, sentimientos que amenazaban con desbordarse.
Al paso del tiempo, el arrebato que inspiró esto, dejó de ser protagonista principal, pero jamás dejó de ser mi razón de escribir.
Con los años, mi mente me sigue llevando hacía él.
Y es por ello que mis letras siempre llevarán en el fondo de su orígen, una huella que representa mi amor hacía esa primigenia inspiración.
Más la vida sigue, otros apegos están por manifestarse, y se abren paso otros lugares donde depositar el corazón, donde plantar las ilusiones, donde ver crecer la esperanza.
Del ayer, del ahora, y tal vez del mañana continuaré hablando...
Este es mi espacio: eternamente en construcción, sin un plan maestro y estás mis crónicas...




jueves, noviembre 15, 2012

Cicatrices


CRÓNICAS DE UNA MENTE DAÑADABRUJA


_¿Mi nombre? ¿Es necesario?...

Asentí, era la tercera vez que tenía que repetir a ese característico e inusual grupo que tenían que empezar mencionando su nombre y de ahí podían abordar el tema que desearán o compartirnos lo que tuvieran que decir. ¡¿No entendía porque les era tan difícil decir un nombre?! ¿Acaso no podían inventarse uno?

Impaciente, con un tono crítico, rebelde; aquella chica de ojos penetrantes y mirada  dura comenzó:

_Mi nombre es Rocío y no pienso catalogarme ni etiquetarme, con los trillados estereotipos: "soy depresiva, soy suicida, soy alcohólica, soy..."_  Y  levanto sus dedos en un gesto indicando entrecomillas (")  para enfatizar lo que decía.
_ ¡Y odio las etiquetas y los clasicismos!

Entrecerré los ojos y no pude disimular una sonrisa pensando: ¡Vaya! teníamos aquí al segundo espíritu indómito que nos hacía falta para cerrar y estabilizar al grupo, Observe una vez más sus rostros, ponderé el frágil y desigual equilibrio que hasta ahora mantenía a los otros, siendo absorbidos y hasta cierto punto liderados por la magnética y avasalladora personalidad de Enrique. Era el contrapeso idóneo e inesperado para contrarrestar el exceso de testosterona que nos abrumaba.

Deje de lado mis pensamientos y comencé a poner atención al relato de Rocío.

_Sí confío en mis recuerdos, cosa que a veces debemos de evitar, pues en algún lado leí que los recuerdos en nuestra mente son como pequeños objetos guardados dentro de una cajita y cuando los sacas, revisas, manipulas, observas y un sin fin de manoseos que les hacemos a esos pequeños objeto-recuerdos, al regresar a la cajita-mente  nunca regresan igual, y cuando los vuelvas a sacar volverán a pasar por el proceso mencionado y cada manoseo ira modificando el recuerdo hasta volverlo irreconocible, así que por eso no debo confiar mucho en mi cajita de recuerdos.

_Fue hace algunos años ya, estaba de visita en casa de mis padres y mientras ayudaba a preparar el almuerzo cotilleábamos, poniéndome al día de todos los nuevos sucesos que acontecían y que invariablemente me perdía por vivir lejos de ellos.

_Así que en esos momentos en la cocina, acompañadas de unos aromáticos cafés y los entrañables olores que me hacían añorar mi antiguo hogar, mi madre me contaba los pormenores de todo lo que acontecía, novedades  de mis hermanos y  los nuevos pretendientes en turno de mi hermana pequeña.  Ella era el claro ejemplo de metamorfosis de la que siempre escuchamos, después de ser una niña sin mucha gracia, hoy extendía sus bellas alas de mariposa y resplandecía bajo los rayos del sol. Así que la lista de pretendientes era larga, casi siempre cambiante pues a mi madre como se dice coloquialmente no le "llenaban el ojo" y aconsejaba de forma amorosa y protectora a mi pequeña hermana para que eligiera bien sin precipitaciones.
Así que me dije hoy conoceré al nuevo y fantástico pretendiente del que mis padres hablan y sienten admiración y aprueban totalmente. Mientras almorzábamos no pude evitar preguntar más detalles, inteligente, educado, "demasiado educado" interrumpía mi padre, cortés en demasía, ha leído y sabe bastante, entablamos largas charlas por la noche que el tiempo transcurre sin pensarlo.

_Eso era lo que más me repateaba y me amargaba, el siempre brillo en sus ojos, la satisfacción indisimulable cuando se refería a todo lo que hacía o estaba relacionado con mi hermana, nunca pude evitar sentirme menospreciada, poco entendida y menos querida. ¿Acaso nada de lo que yo hiciere les causaba orgullo?

Se detuvo de súbito, Rocío en su relato-presentación, le brillaron los ojos por un fugaz momento, ese temblor ligero casi al final, quebrando la última frase; casi imperceptiblemente. Sólo lo notamos dos personas, en esa habitación, uno de ellos era Enrique que era demasiado agudo y observador y  yo. Pero ese era mi trabajo escucharlos, observar el mínimo detalle y ayudarles a encajar el rompecabezas de su mente, de su vida.

Pero Enrique se erguía siempre en su asiento y se interesaba en el acto, dejaba a un lado la actitud indolente y de aburrimiento, pareciese que olfateará la sangre, del animal herido, que el hecho de hallar grietas en las armaduras que todos invariablemente nos vamos forjando con los años, le divirtiese.

Al advertir el cambio en su voz y la súbita interrupción, fueron los detonantes para su atención inmediata en Rocío, la chica nueva que se había unido hoy al grupo.

_Rabia, dolor y amargura_ soltó Enrique, sin preámbulos, sin tacto, sin piedad.

Había resumido en tres palabras lo que yo hubiese redactado en una plana para diagnosticarla, de la manera más diplomática y delicada posible. Ahora a esperar la reacción, ¿Sería igual a la de los demás?  Enrique hizo lo que siempre sabía hacer muy bien y tenía tan perfeccionado: asestar golpes directos.

Una sonrisa socarrona se dibujo en el rostro de Enrique, expectante esperaba la clásica reacción: en las mujeres el llanto desesperado, en los hombres la súbita furia y el deseo de golpearlo por impertinente.
Ladeo ligeramente la cabeza, alzo la ceja e hizo ese movimiento tan característico en él, apretó ligeramente el puño, como preparándose para el contrataque. 

Lo conocía demasiado bien, más de lo que a él le agradara y quisiese. Enrique era el miembro más antiguo del grupo, llego totalmente abatido, como un animal herido, como un hombre que ha caído al infierno más profundo y en el cual se sumerge gustoso y decide no salir de ahí. Dos años de trabajo arduo con él, habían logrado empezar a sacarlo de su infierno personal, con él había profundizado y experimentado en un breve tiempo, lo que tal vez hubiese practicado en un largo periodo con otras personas, era mi "gimnasio psicológico" como me gustaba referirme a él; por el grado de mutuo aprendizaje que ambos habíamos logrado, era una constante retroalimentación.

Así que yo internamente también esperaba expectante la reacción de Rocío.  
 
Rocío, volteo el rostro y miro penetrantemente a Enrique, lo estudio, tal pareciese que esos segundos eran de reconocimiento a su adversario, media las fuerzas, sopesaba riesgos, y acepto gustosa el reto.

Enrique la miraba burlonamente, empezaba a inquietarle que la chica no rompiese en llanto y sólo lo observara con esos ojos de mirar lento y profundo.

_”Rabia, dolor y amargura”. Sólo aquel que ha vivido subyugado por sus demonios, esclavizado por el miedo a liberarse de ellos, lo reconoce tan rápido en otros_ Lo soltó lento y pausado Rocío.

Enrique parpadeo un instante, ¿Que había dicho? Aún no alcanzaba a registrar ese certero golpe que nunca vio venir.

Se oyeron unas breves risas. Eran Rodrigo y Manuel que no intentaban disimular la satisfacción que les causo la respuesta tan concisa de Rocío. 
Observo  de soslayo a Enrique, que estaba totalmente serio. La única impasible, sin levantar la vista siquiera, sumida en sus propios pensamientos como siempre era Gina.

_ ¿No es que estamos hoy aquí, cómplices de secretos venideros y jugadores en está extraña partida, donde el juego del destino en sus enigmáticas y laberínticas formas nos ha hecho jugadores, compañeros y adversarios? Hoy te descubres como mi antagonista, ¿pero sabes que cuando el juego termina, peón y rey se guardan en la misma caja?

Enrique, silencioso, valoraba lo que acababa de escuchar, nunca imagino encontrarse en el lugar menos indicado, a una mujer tan astuta y certera. Siempre ha sido de la idea que entre gitanos no se leen la mano, pero acababa de descubrir que era una de sus reglas que en ese instante más que nunca deseaba romper. Y  lo haría gustoso y sin remordimiento alguno…(continua)

(Fragmento capitulo 1)
Continua...

montse_rocco@hotmail.com

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